No sabemos que la violencia doméstica puede matarnos
¿Qué sabemos sobre la violencia doméstica? ¿Qué sabemos realmente sobre lo que sucede a puerta cerrada si no lo hemos experimentado?
En el nuevo libro de Rachel Louise Snyder “Sin moretones visibles: no sabemos que la violencia doméstica puede matarnos”, desmantela los mitos que rodean ésta problemática. El libro tiene como objetivo responder y sacar a la luz la cruel realidad de un sistema resquebrajado y lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llamado “un problema de salud global, de proporciones epidémicas”.
La violencia doméstica no es un acto aislado, pero tiene distintas dinámicas psicológicas que se vinculan con otros problemas, como los asaltos, la falta de vivienda, etc. Rachel desmantela una pregunta frecuente que incluso yo solía hacerme y que es “¿por qué se quedan?” ¿Por qué se quedan estas mujeres que están siendo violentadas física y / o psicológicamente? ¿Por qué no se van? Rachel expone perfectamente en este libro que “confundimos lo que vemos desde el exterior al elegir quedarse con un abusador, cuando en realidad somos nosotros quienes no reconocemos cómo se ve realmente una víctima que se va lenta y cuidadosamente”.
Las víctimas reciben una y otra vez el insidioso mensaje de que el sistema no está diseñado para ellas, para su protección. Es visible cuando el sistema judicial las pone a la defensiva, les pide que se enfrenten a una persona que intento matarlas, y que podría hacerlo la próxima vez. Es visible en las sentencias de la corte cuando le dan a los perpetradores violentos una palmada en la muñeca, una pequeña multa o solo unos días en la cárcel después de un asalto brutal. Es particularmente visible cuando la policía trata la violencia doméstica como una “pleito de casa” cuando en realidad es “TERRORISMO de pareja,” como explica Rachel.
Solo en los Estados Unidos, más de la mitad de las mujeres asesinadas, fue por su pareja actual o una anterior. Un informe reciente de las Naciones Unidas en 2018 lo expresó claramente: el lugar más peligroso para una mujer es su propia casa.
Hay mucho por hacer. Rachel nos lleva a través de la historia, como se creó la Ley de violencia contra las mujeres en 1994, y nos da una serie de ideas que pueden salvar vidas. Se puede capacitar a miembros del clero y médicos para reconocer y responder a la violencia doméstica. Se pueden promover programas de intervención de maltrato. Tratar las órdenes de restricción como D.U.I.s y manténerlas en el archivo, incluso después de que hayan expirado. Enseñar a la policía a reconocer los signos y a los médicos los indicios de evaluación por lesiones.
Hay mucho por hacer y el primer paso es aprender y reconocer la gravedad de este asunto. Es hora de defender a las mujeres que son o han sido víctimas de violencia doméstica.
Es hora de un cambio radical.