Para poder hablar de duelo a la separación es necesario hablar de vínculos. En este inicio de ciclo escolar todo tipo de duelos de separación estarán presentes.
Desde el pequeño que inicia su vida escolar en pre-maternal y deberá estar por primera vez en un ambiente nuevo y desconocido para él, lejos de quienes han sido sus ejes de seguridad, hasta en el adolescente que terminó la preparatoria con gran orgullo y que se enfrenta al momento de partir de casa a un mundo nuevo, desconocido, ambiguo y lleno de aventuras. En ambos casos el duelo de separación estará presente tanto para hijos como para padres.
Resulta importante evaluar que el dolor de la separación estará presente por un tiempo y que es normal sentirlo, ya que se está perdiendo la zona de seguridad y construyendo una nueva y diferente esfera de contención. Entonces, ¿Cómo podemos entender este duelo como un eslabón más fuerte en la relación entre padres e hijos y cómo aprender a manejarlo de una mejor manera?
Empecemos por recordar lo fundamental que resulta reconocer a los hijos como personas con necesidades y emociones propias. Esto ayudará a ver de manera más clara cuáles son los sentimientos que nos circundan. Separar los sentimientos como padre de los sentimientos de los hijos es de vital importancia.
Más veces de las que creemos, nosotros como padres hacemos un batido de emociones en el cual ya no logramos ver cada uno de los ingredientes, ni a quién corresponden. Entonces, si nosotros combinamos y depositamos nuestras emociones sobre nuestros hijos, no podremos lidiar con el duelo sanamente y es entonces cuando debemos tener en mente que los hijos no son extensiones nuestras, sino seres independientes.
En toda separación entre padres e hijos cada parte tiene sus propias emociones y formará por tanto sus propios aprendizajes a través de la experiencia.
Con base en esto, para lograr una separación sana, la actitud de los padres es determinante en el proceso. Y el cómo cubrimos sus necesidades determinará en gran medida el éxito emocional de dicho proceso. Por lo tanto, es fundamental comprender que cada uno esta viviendo un proceso distinto y debe ser atendido de manera diferente. Mientras uno como padre puede tener miedo de que algo le suceda a nuestros hijos al estar lejos de nosotros, los hijos pueden estar ansiosos por probarse a si mismo sin los padres presentes. Entonces hablamos de que en la misma situación, cada duelo es único.
Nuestra capacidad de leer y atender las necesidades emocionales de nuestros hijos construirá un camino para que ellos crezcan en un ambiente sano y con una personalidad fuerte para enfrentar de la mejor manera cada etapa de su crecimiento.
Por lo tanto, es importante ser conscientes de que los vínculos positivos ayudan a generar un sentido de seguridad, pertenencia y aceptación, dándonos la posibilidad de confiar y colaborar con otros.
Cabe mencionar que toda separación tiene una característica común, la ansiedad. La diferencia entre éstas se relaciona a la edad de cada niño, a su personalidad y a su propia historia.
La ansiedad de separación varía considerablemente entre los niños. Algunos bebés se angustian cuando no tienen a mamá a simple vista y hay otros pequeños que sienten una angustia constante durante la infancia y los primeros años de preescolar. Pues de igual manera pasa con nuestros adolescentes saliendo de casa para ir a la universidad, para algunos es un proceso más sencillo que para otros y es por ello que debemos ser buenos observadores de sus conductas y reacciones.
Al adolescente que se va a la Universidad se le ha enseñado que eso es un gran triunfo, sin embargo, ellos pueden sentirse abrumados con la presión. En general, el adolescente se encuentra confuso y pueden tener dificultad para compartir sus emociones con sus padres. Sin importar la edad o circunstancias, todos nos necesitan en este proceso de vida y es por eso que debemos prepararnos, para prepararlos a ellos también.
Yo me atrevo a asegurar que los padres sufrimos tanto como nuestros hijos cuando nos tenemos que separar, y desde mi experiencia como madre que trabaja, es un proceso muy complicado que genera ansiedad acompañada de muchas dudas. Aunque es una demostración del amor profundo por nuestros hijos y del vinculo que tenemos con ellos, es difícil.
Por lo que decidí compartir con ustedes algunas de las estrategias que fui construyendo y viviendo como madre y que he podido compartir con muchos padres como terapeuta para apoyarlos en este proceso de transición e independencia.
Cuando son bebes, los pequeños desarrollan la angustia de separación cuando en el momento de ser conscientes de que no son lo mismo que mamá y que son partes separadas, es el proceso de separación-individuación (Margaret Mahler (1897-1985) donde cognitivamente se da la comprensión de la permanencia del objeto. En este proceso, cuando nos separemos de nuestros hijos, es importante siempre decirles y explicarles que regresaremos. Iniciar este proceso con tiempos cortos de separación, dándole al niño de manera concreta, la seguridad de la relación.
En algunos niños se da entre los 18 y 24 meses con la entrada a la escuela donde son separados por periodos largos de su centro de seguridad, la casa y la familia, funciona mucho mejor para el niño y los padres hacer este proceso paulatino donde el niño vaya 2 horas y luego 4 y luego las 6 horas, dándole así la seguridad de que el tiempo de vuelta a casa no será tan largo. Debemos recordar que los niños no tienen una verdadera consciencia del tiempo y es por eso que la ansiedad puede aumentar y no disminuir, ya que les parece eterna la ausencia de sus padres.
Debemos de tener cuidado que esta separación no se convierta en una manipulación del niño por obtener toda la atención. Yo les sugiero que primero estemos pendientes que los niños no tengan hambre o estén cansados, cualquier persona con hambre y cansada reacciona fácilmente y se encuentra más sensible e irritable, entonces eso no ayuda nada.
En las separaciones sin importar la edad es importantísimo ser congruente con lo que decimos y hacemos, yo no puedo decirle al niño que va a estar bien y cuestionar si esta bien todo el tiempo frente a él. Hablarles con la verdad sobre lo que va a pasar, no maquillen la verdad; la verdad siempre da certidumbre.
Con aquellos yéndose a la universidad y en especial con aquellos padres que como yo no saben bien ni que va a pasar (porque puede ser nuestro primer hijo yéndose lejos y fuera de casa a estudiar), debemos hablarlo igualmente claro. Explicando que no sabemos que pasará, asegurándoles que estaremos atentos para ayudarlos. Necesitan saber que nosotros vamos a estar bien a pesar de que los extrañaremos terriblemente, manteniendo el canal de comunicación abierto para ellos. Bríndeles opciones de salidas de emergencia para la nostalgia como llamarles o escribirles, salir a hacer ejercicio el aire libre o ir con amigos a realizar una actividad nueva.
Recuerden que todas las rutinas serán suplidas por nuevas experiencias sociales, académicas y emocionales rodeados de personas desconocidas, en un lugar extraño para ellos, y a pesar de que suena como una gran aventura, puede ser aterrador.
Yo les sugiero que no den la opción de regresar a casa en un ataque de nostalgia, ayúdenlos a construir de ésta una fortaleza en su carácter y crean en ellos. Nuestros hijos sí son capaces de vivir sin nosotros. Esa es nuestra función, disfrutarlos al máximo mientras los preparamos para poder iniciar su propio vuelo sin nosotros y con sus propias alas.
Así que a todos los que como yo están en el inicio de este proceso de separación, les deseo mucha suerte y acuérdense, estaremos bien al igual que ellos y no olviden demostrar su amor incondicional en todo momento.
El amor es el arma más fuerte que podemos tener para aprender en las etapas difíciles en la vida.
Amen a sus hijos y ámense a ustedes mismos.