Que quede claro que soy una ferviente fan de la tecnología, que me considero bastante “early adopter” de la misma, pero que también cuestiono mucho su uso ético y la participación activa del ser humano en la interacción que se genera con ella.
Pareciera que esta acelerada era de la información digital que hoy vivimos ha propiciado la inmersión a un espacio en el cual no nos estamos permitiendo cuestionar la información que recibimos, nos encontramos inmersos en un mundo donde la verdad y la mentira se entrelazan de manera cada vez más sutil y a eso sumamos que hemos vuelto un tanto flojo a nuestro pensamiento crítico… “Si lo dicen las redes o internet debe ser verdad” dicen algunos… no, no necesariamente, a veces nos encontramos con mentiras disfrazadas de verdad que nos pueden llevar a sesgar nuestro pensamiento y modo de actuar casi sin darnos cuenta.
Ahí entra el gran poder de las fake news y los deep fakes que han surgido como herramientas que desafían nuestra capacidad para discernir entre la realidad y la ficción.
En este complejo entramado de información manipulada y engaños digitales, es fundamental recordar que el ser humano y su discernimiento siguen siendo la piedra angular para buscar la verdad.
En medio de la inteligencia artificial que nos desafía y confunde, la reflexión ética se vuelve más crucial que nunca. Debemos confiar en nuestros instintos y emociones, escuchar esa voz interior que nos alerta cuando algo no encaja.
Más allá de las técnicas y herramientas, es la honestidad y la integridad humana lo que nos permitirá distinguir entre lo verdadero y lo falso. La verdad genuina sigue radicando en nuestra capacidad de mirarnos a los ojos, conectarnos con otros seres humanos y reconocer la autenticidad en sus palabras y acciones.
¿Estamos dispuestos a mantenernos firmes en nuestra búsqueda de la verdad en un mundo donde las máquinas son cada vez más hábiles en el arte de la mentira?
El desafío de las fake news: Cuando la mentira se vuelve indistinguible de la realidad
¿Cómo surgen las fake news? Solemos conceder absoluta credibilidad a la información que encontramos en las redes sociales y es así como las noticias falsas se propagan rápidamente, generando confusión y manipulando la opinión pública.
Creemos y en forma inmediata compartimos ya sea en el ecosistema digital o e nuestras interacciones personales al comentarlo. ¿Suena familiar? El común de las personas no se pregunta cuál es la fuente de donde parte esta información y, como acto de fe, cree y da espacio a esos contenidos que no tienen un fundamento.
Yo siempre he dicho que cuando una noticia es demasiado buena para ser verdad, o lo suficientemente fatalista como para creer, es momento de validar la información a través de los medios de comunicación formales y/o las agencias de noticias del mundo que buscan transmitir información objetiva.
A esa información que intencionalmente generan algunas personas, estos fenómenos han sido potenciados por el avance de la inteligencia artificial, lo que plantea importantes interrogantes sobre la ética, nuestros instintos y emociones, y el papel fundamental del ser humano en la búsqueda de la verdad.
Se trata entonces de un dilema ético y crítico por demás complicado que se ve magnificado por la aceleración tecnológica que vivimos y que se vuelve capaz de generar contenidos engañosos sin un filtro adecuado y mediante sofisticados algoritmos que dirigen información específica basada en nuestras búsquedas y preferencias.
Hay estudiosos de la comunicación que han hecho investigación al respecto y que han descubierto que a veces están tan bien hechas, que ni los expertos del periodismo las identifican y sin intención de desinformar lo hacen. Así lo plantea un estudio realizado por la Universidad de Oxford en colaboración con Reuters y en la cual surge un hecho contundente: 50% de los periodistas participantes aceptaron en algún momento haber sido víctima del engaño… y si los profesionales de la información no logran diferenciar… ¿Qué debería hacer la gente común para no caer en la mentira?
El asunto se torna aún más complicado cuando entramos en el mundo de las deep fakes, una tecnología que utiliza inteligencia artificial para crear videos falsos extremadamente realistas. Estas creaciones audiovisuales pueden suplantar la identidad de personas reales y generar situaciones ficticias convincentes que socavan aún más nuestra capacidad para confiar en lo que vemos y escuchamos, planteando desafíos éticos y legales en el ámbito de la información y la privacidad.
Cómo encontrar la verdad
Si bien es un reto encontrarla, podemos destacar la importancia de la reflexión crítica, el cuestionamiento de nuestras creencias y la búsqueda de la verdad, desde luego que esto implica una participación mucho más activa por parte del ser humano y un uso cauteloso de las herramientas tecnológicas, entre la cual cuento la inteligencia artificial que, recordemos, no tiene la verdad absoluta y puede estar sesgada porque está alimentada por nuestras interacciones personales.
¿Qué sugiero entonces? Ver hacia adelante en cuanto a los avances que se nos presentan, pero recordar el pasado y quizás tomar algunas de las máximas de la filosofía que nos pueden ayudar a discernir de mejor forma y que nos ofrecen un enfoque distinto para abordar la complejidad de encontrar la verdad en un mundo saturado de información y percepciones. Quizás, si trabajamos en nuestro pensamiento crítico desde esta trinchera, encontremos cómo desarrollar una comprensión más profunda y una visión más clara de la realidad.
Al explorar las técnicas para encontrar la verdad según los filósofos, podemos destacar algunas perspectivas y enfoques que han surgido a lo largo de la historia y que siguen vigentes hasta nuestros días.
- Sócrates se basaba en el diálogo y la búsqueda de la verdad a través de la interrogación, de la importancia de cuestionar y examinar nuestras creencias y opiniones para llegar a un entendimiento más profundo. Podemos resaltar cómo este enfoque nos invita a ser conscientes de nuestras suposiciones y a investigar las razones y fundamentos detrás de nuestras creencias.
- René Descartes propuso un enfoque radical para encontrar la verdad al cuestionar todas las creencias existentes y someterlas a una duda metódica. A través de la eliminación de las ideas falsas y la búsqueda de certezas indudables, buscaba establecer un fundamento sólido para el conocimiento. Podemos destacar cómo dudar nos invita a cuestionar incluso las verdades aparentemente evidentes y a buscar fundamentos sólidos para nuestras creencias.
- La hermenéutica, que se enfoca en la interpretación de textos y discursos para llegar a una comprensión más profunda. Reconoce la importancia de la interpretación subjetiva y la influencia de nuestros propios prejuicios y perspectivas en la comprensión de la verdad. Esta técnica nos invita a considerar diferentes interpretaciones, a analizar el contexto y a reflexionar sobre nuestra propia posición para acercarnos a una comprensión más amplia y objetiva.
¿Qué tienen en común? Ese afán de encontrar qué está detrás de la información que recibimos, más allá que volverla un acto de fe absoluta. No creer a la primera, aprender a “leer entre líneas” e interpretar la real intención de la comunicación. ¿Fácil? Desde luego no, pero eso nos encamina hacia la búsqueda de la verdad.
La verdad más allá de la inteligencia artificial: El poder de la mirada humana.
La importancia de la ética, los instintos y las emociones debería predominar entonces sobre esa tentación de difundir una falsedad. Reflexionemos al respecto.
A medida que la inteligencia artificial se vuelve más sofisticada en la generación de contenido engañoso, nos enfrentamos a la necesidad de fortalecer nuestra capacidad crítica y ética para discernir la verdad. Nuestros instintos y las emociones pueden jugar un papel crucial en este proceso, permitiéndonos desarrollar un sentido de intuición y conexión humana que nos ayude a identificar las falsedades.
¿Qué hacer entonces? Actuar y cuestionar bajo una duda razonable que nos permita encontrar la certeza.
Y si nosotros vamos a difundir información, del tipo que sea, tendríamos que aplicar el triple filtro al que hace referencia la filosofía socrática: “Si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno e incluso no es útil… ¿Entonces por qué decirlo?”
En un mundo donde la mentira se disfraza hábilmente, es vital cuestionar y desafiar la información que recibimos. La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa, pero depende de nosotros utilizarla de manera responsable y ética.
Un consejo final, conservemos relaciones humanas auténticas y de confianza para preservar nuestra conexión con la realidad y la verdad. No centremos todo nuestro conocimiento del mundo en lo que nos dice la red.
Recordemos que, al final de todo, está el ser humano. A pesar de los avances tecnológicos, nada puede reemplazar la importancia de su capacidad de análisis, incluso en la comunicación cara a cara y el contacto visual. La capacidad de mirarnos a los ojos nos permite percibir las sutilezas emocionales y detectar las verdades más profundas que van más allá de estas nuevas realidades.
Mi obligada pregunta final… ¿Estamos dispuestos a ceder el control de nuestra percepción de la realidad a la inteligencia artificial, o seguiremos confiando en nuestras propias habilidades para discernir la verdad?