“Hoy me levanté estresado… hay muchas cosas que me preocupan… sé hacia dónde debería moverme, pero no estoy haciendo nada por resolverlo…¡no puedo!”. ¿Suena familiar? A muchas personas alrededor del mundo les sucede y no luchan contra este sentimiento, no porque no lo quieran, sino porque no saben cómo iniciar.
Reza un dicho popular que si tiene solución para qué te preocupas y, si no la tiene para qué te preocupas, pero la realidad es que lo que nos toca hacer es ocuparnos, tomar acción y encontrar -o crear- el camino correcto. Sabemos que cuando hablamos de estrés puede ser un tema por demás amplio y que lo hay positivo y negativo. La fórmula para diferenciar uno y otro puede ser tremendamente sencilla:
Hoy me voy a enfocar en este segundo tipo que todos lo hemos vivido en algún momento de nuestras vidas y que incluso probablemente lo estés experimentando al tiempo que estás leyendo este artículo: el estrés negativo.
Hechos y situaciones
Me dirás que hay hechos que definitivamente no puedes cambiar, lo cual es cierto y que al ser definitivos te llevan a buscar un proceso de aceptación y de vivir con ello. Te puede provocar sentimientos de tristeza y de dolor, sin embargo, por más que vivas su duelo, no hay nada que puedas hacer al respecto, más que buscar la forma de dar un paso hacia adelante. Los ejemplos por excelencia podrían ser la pérdida de un ser querido, un trabajo, una pareja… son hechos concretos y contra ello nada puedes hacer, están, son y tenemos que aprender a vivir con ello porque no hay forma de cambiarlos.
El estrés, por su parte, se genera ante momentos o circunstancias que sí tienen algún tipo de solución.
Estas situaciones sí tienen esa posibilidad de cambio, sabemos que podemos hacerlo y son generadoras de este sentimiento porque detrás de ellas hay algo que nos preocupa, y que, si no lo sabemos manejar puede incluso volverse incapacitante. ¿Has llegado en alguna ocasión a esa posición en la cual simplemente no sabes hacia dónde moverte y te quedas como en pausa? Yo sí y creo que es un factor humano. Lo importante en este punto es adquirir la conciencia de que en realidad una gran maraña de problemas se puede desenredar con mayor facilidad de la que esperabas si la piensas con tranquilidad y comienzas a actuar.
Regresemos al caso de empleo, te despidieron, no hay nada que hacer, es un hecho que tienes que aceptar, pero a raíz de este suceso vienen muy probablemente situaciones en las que quizás se altera la dinámica familiar, los recursos económicos se van evaporando, necesitas buscar otro trabajo y simplemente te quedas ahí, sin hacer mucho más porque no estás sabiendo cómo lidiar con ello, y mientras crece el problema crece el estrés y entras en un torbellino difícil de parar que te puede llevar a colapsar.
O quizás estés en un escenario en el cual sí tienes el empleo, pero te sientes rebasado y comienzas a fallar porque o no tomas decisiones por el miedo a hacerlo mal o las tomas y no son las correctas. Sabes cuán valioso eres y la amplitud de tus capacidades, pero algo te impide demostrarlo, un algo que pareciera más fuerte que tú y que no sabes cómo vencer… el estrés se vuelve tu principal saboteador.
Aprendiendo a diferenciar entre los “que´s” y los “cómos”
Ya tenemos claro que los “qué´s” son los hechos o las situaciones por las que pasamos. ¿Pero los cóm´os?
Se refieren a la forma en que los enfrentamos, en la medida que lo hagamos de un modo asertivo, podríamos incluso pasar de la ansiedad a la productividad, de ese estrés negativo al positivo. Fácil no es, posible sí.
En este punto lo primero que yo te preguntaría es si buscas evitar o controlas las situaciones estresantes. Este es el primer principio para salir airoso de esta lucha cotidiana.
Todos los seres humanos tenemos una resistencia natural ante las amenazas, nuestro instinto entra en acción y buscamos protegernos de ellas, tendemos a evadir antes que a controlar. Ante una situación estresante, el impulso natural es encerrarnos en nuestra cueva y no salir de ella.
El ser humano tiene tendencia a retirarse o a evitar situaciones incómodas que potencialmente no le ofrecen ninguna recompensa, sin embargo, si nos enfocáramos en controlarlas, encontraríamos que sí las ofrece y que la principal es la tranquilidad de tomar acción sobre esa situación y la posibilidad de cambio que podemos encontrar. Dicen por ahí que nada es permanente, pero si nosotros no enfrentamos ese factor que genera tanto estrés en nuestras vidas, lo único que estamos postergando es la posibilidad de eliminarlo (o al menos disminuirlo) y encontrar una mejor vida en todos los sentidos.
¿Entonces qué hacer en ese caso? Analiza la situación, valora lo que está sucediendo, qué está implicando, qué estás haciendo por cambiarla… y, posterior a ello, siendo absolutamente objetivo determina cómo la estás afrontando. ¿Quejándote, con misericordia y lástima o con actitud?
Queda claro entonces que la gran decisión es cómo enfrentas lo que ya tienes frente a ti, muy seguramente tienes clara la situación, pero… ¿Cómo es que la estás abordando? ¿Cuál es tu postura? Ahí radica la diferencia y la gran complejidad ya que, como ves, el estrés es causado por muchos factores. Los que son externos son fáciles de identificar y pueden o no ser paliados. Sin embargo, a menudo, la forma en que uno ve una situación dada causa o exacerba el estrés que la persona está experimentando… lo que para mi puede ser estresante, para ti puede ser una situación cotidiana sin mayor problema, o viceversa.
Atención plena a las situaciones
La buena noticia es que estudios recientes han demostrado que existe una intervención que puede influir en la percepción, ayudar a las personas a ser más capaces de lidiar con el estrés y tener una influencia positiva en una serie de factores que pueden contribuir al estrés.
Mindfulness, disciplina conocida también como atención plena, es una antigua tradición comúnmente asociada con el budismo. Es una forma de prestar atención a las experiencias del momento presente, sin que entre juicio de por medio.
¿Cómo se mueve tu mente? Seguramente bajo la tendencia normal a trasladarse entre el futuro y el pasado, saltando de una idea a la siguiente de forma muy rápida… según los expertos por nuestra mente pasan 42 pensamientos cada minuto, lo cual evidentemente significa que pasamos de una idea a otra de forma muy rápida y sin mayor enfoque, lo cual, para ser francos, no ayuda a resolver problemas y por el contrario puede convertirse en un detonante del estrés.
La atención plena es una forma de aprender a asimilar las experiencias. Se basa en el concepto de eliminar prejuicios y una observación del momento presente con propósito. Eso no cambia ni elimina los elementos estresantes, sino que simplemente crea un espacio entre las percepciones, pensamientos, sentimientos y reacciones que nos ayudará a tomar mejores decisiones y a dar esos pequeños pasos de los que hablamos antes.
Si nunca has practicado Mindfulness, te recomiendo que lo intentes, te vas a sorprender al percatarte de que la mayoría del tiempo las personas no nos damos cuenta de lo ocupada que tenemos nuestra mente y cuántos datos innecesarios la distraen constantemente.
La atención plena permite a las personas ganar conciencia de esta “mente caótica” y ayuda a darles más control sobre a qué prestar atención, partiendo de que el presente es el único momento. Todo ello sumado puede ayudar a estar más relajados ya que el estrés es a menudo causado por la anticipación del futuro o dolor del pasado.
Estar presente podría traducirse en ser productivo, comprometido, y más impactante. La atención plena puede ayudar a ser más conscientes de lo que está pasando alrededor, permitiendo discernir entre lo necesario y urgente y lo que no lo es.
Otros aspectos importantes del Mindfulness incluyen la compasión y la gratitud. La práctica de la atención plena a menudo trae una conciencia de todo lo que la gente tiene y de cuán conectados (y dependientes) están con los demás y el mundo físico a su alrededor.
La regla para el cambio: un pequeño desorden
Por desorden me refiero a romper con la inercia que venimos arrastrando, a que hay que dar ese primer paso, quizás pequeño, pero es el principio alterador de todo, algo así como el efecto mariposa que plantea que cada pequeña acción tiene un gran impacto.
Yo te propongo que analices eso que tanto te estresa, ten un momento contigo mismo y más que quejarte y quizás culpar a otros, se honesto y contéstate si realmente has hecho algo para cambiar esa situación que te quita la tranquilidad y define cuál es el primer paso que vas a dar para lograrlo.
Date la oportunidad y te sorprenderá cómo ese estrés se comienza a convertir en emociones positivas que te llevan a dar otro y otro paso cada día… estarás creando un círculo virtuoso que te beneficiará de forma personal, pero también contribuirá a modificar tu entorno.