¿A qué te sabe el inicio del año? Enero… Quizá no exista otro mes que cargue con tantas expectativas. Según el observador, éste, el primero de doce, parece tener tantas cargas emocionales que, si se tratara de un árbol con sus frutos, ¡no pesaría menos que una cosecha mundial de sandías! Para unos es el período más temido del año, el de la “cuesta”; para otros, el de los “misterios”, algunos más lo ven como la agenda de los asuntos pendientes, de la pereza (mejor lo dejamos para el próximo…); hay quienes le dan el matiz de la esperanza, del portal de la renovación y no pocos trazan con él los anhelos por venir. ¿Quién da más?…
Lo cierto, es que cada etapa es un viaje por el tiempo donde, por lo menos, hay dos personajes: El viajero y el universo. ¿De qué depende que la travesía sea una gran experiencia y que lleguemos al puerto de nuestros deseos con celeridad y bienaventuranza? ¿Del clima? ¿Del destino? Hace ya casi un siglo Einstein nos advirtió que el tiempo se expande y se contrae como una liga, y llegó a mencionar con su finísimo humor, que se vuelve vertiginoso si lo compartimos con alguien que nos seduce, que nos encanta, pero que nuestra experiencia es exactamente la contraria si lo que nos acontece es un sufrimiento. Por tanto y sin intento de apurar conclusión alguna (pues, dicho sea de paso, contra la prisa traigo algo), un resultado posible de esta reflexión es que hay una conexión misteriosa entre los acontecimientos de nuestra vida y la manera en que los vemos; la pista de ello parece estar en nuestras emociones.
Ciertamente, si las cosas que nos pasan son agradables, experimentamos un sentimiento de alegría y también nos suena lógico lo contrario. Pero, ¿Qué pasaría si invertimos la reflexión y ponemos en el centro del escenario a las emociones, dándoles el papel protagónico? La ciencia de nuevo tiene algo que decir al respecto. La física cuántica afirma que la realidad se transforma no sólo con nuestra manera de verla, sino con las expectativas que tenemos acerca de ella, Así, el dicho de “El que busca encuentra” siempre será verdad, pues si tú esperas encontrar algo con todo tu ser, el universo se transformará en consecuencia y te lo dará. Lo cual quiere decir que una mente tranquila, te dará tranquilidad, una alegre, te devolverá felicidad, y una enojada, más motivos para seguir así.
Nuestros maestros en este arte de la transformación de la vida sin duda son los ancianos y los niños. Estos últimos, por ejemplo, recién nos han enseñado con sus peticiones navideñas que es posible recibir los regalos que el corazón anhela, cuando se tiene confianza y alegría. ¿Cuántas veces hemos visto a un menor cuyos padres se han negado a comprarle un juguete específico y de cualquier manera, éste termina llegando a sus manos? Los abuelos, por su parte, muchas veces nos transmiten una sensación de paz que va más allá de los acontecimientos. ¿Acaso no les preocupa el mundo? Se me antoja pensar que hay una sabiduría íntima en ellos. Y si su mundo es pacífico y generoso es porque ellos han aprendido a verlo así. Pienso que la perspectiva ha de ser uno de sus grandes secretos. Da la impresión de que, para ellos, la existencia no se reduce a lo que ven exclusivamente en el presente. Los niños, gracias a la imaginación y los ancianos a su sabiduría, saben confiar y no apresurarse. Han erradicado el apuro y la urgencia de su alma. Saben que las cosas llegan y, en verdad, ¡Les llegan!
Es verdad que en ocasiones nuestra vida se mueve rápido y hay que actuar en coincidencia, pero una cosa es moverse rápido y otra es moverse con angustia y bajo el temor de que si no lo hacemos, la vida nos va en ello. Esto se llama prisa interna y nos hace mucho daño. Tengo la acusada sospecha de que debido a ella, el mes de enero a muchas personas se les hace difícil y melancólico, ya que ya no tiene la algarabía de diciembre, esto le hace tomar la apariencia de un lento “Bajón en la existencia”. Pero, ¿Qué pasaría si intentamos verlo en perspectiva, con paz interior y confianza? Como una posibilidad de ir arrancando proyectos con mesura y conciencia ¿No será que el viaje pudiera convertirse en una experiencia feliz y muy agradable?
¡Probemos!