El beso es uno de los actos más íntimos, temibles, amorosos, prohibidos, poéticos y revolucionario que ha descubierto el ser humano. El beso de los amantes funde dos cuerpos en uno sólo y nos hace recordar nuestra dimensión divina al volvernos uno y regresar a la sagrada unidad.
En “La Historia del Beso”, Marcel Danesi establece el origen del beso hasta la antigua Mesopotamia, donde los besos lanzados al aire era un ritual para obtener favores de los dioses. Los antiguos romanos se besaban como una forma de saludo y dependiendo del estatus del ciudadano romano, se le permitía besar al emperador en determinada parte del cuerpo -desde la cabeza hasta los pies-. El “osculum pacis” o “beso de la paz”, era una práctica común cuando uno le deseaba paz al otro en el cristianismo temprano. Ya para el siglo XIII, eso de andarse besando empezó a ser mal visto y el “beso de la paz” se sustituyó por la “tabla de la paz”, siendo que al besar un objeto inanimado se reducia la agitación de las “buenas consciencias”.
En la música, el soundtrack más recomendable para disfrutar de este tema es la composición que Consuelo Velázquez escribió en 1932 conocida como “Bésame mucho”. Un bolero que captura la intensidad de la energía cuando dos bocas se unen pudiendo traspasar los límites de lo permitido. Canción que quedo como ejemplo para la historia, cuando la ministra de Economía Zélia Cardoso de Mello de Brasil y el ministro de Justicia Bernardo Cabral -ella soltera y él casado-, protagonizaron un escándalo que estuvo al borde de provocar una crisis política en Brasil cuando en 1990, durante un evento social, ambos decidieron bailar muy enamorados acompañados de las notas de “Bésame Mucho”, situación que causó revuelo en la sociedad brasileña.
En el cine, el beso es una promesa de amor eterno que, como dictan los cánones románticos, debe tener algo de tragedia. En medio de la segunda Guerra Mundial, Ilse (Ingrid Bergman) y Rick (Humphrey Bogart) sellan su despedida con un beso, mientras reconocen el inoportuno momento para su amor: “Con el mundo entero derrumbándose elegimos este momento para enamorarnos“ (“Casablanca”, 1942).
El beso también puede reflejar un acto de transgresión -que aunque de carácter breve-, queda registrado en la eternidad. La primera escena cinematográfica de un beso duró exactamente 18 segundos, en el cortometraje producido por los estudios de Thomas Alva Edison. Un beso entre la viuda Jones (Mary Irwin) y Billie Bikes (John Rice) que agitó tanto las buenas consciencias de la época que provocó fuertes críticas en los diarios e incluso llamadas para que la policía impidiera su proyección. En un diario, se leía: “El espectáculo prolongado en los labios es lo suficientemente bestial en tamaño real en la pantalla, pero magnificado a proporciones gigantescas. Y repetido tres veces es absolutamente repugnante.” (“The Kiss”, 1896).
El primer beso entre hombres capturado en el cine fue entre dos pilotos en un escenario de la Primera Guerra Mundial. Jack Powell (Charles “Buddy” Rogers) y David Armstrong (Richard Arlen) compiten por el amor de la misma mujer, pero su relación durante la guerra se vuelve tan profunda que termina en esa histórica escena donde se dan un beso. Y a pesar de la censura de la época, fue la primera película en ganar un Oscar, durante la primera ceremonia de la Academia de Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos. (“Wings”, 1927).
El beso también puede ser un acto revolucionario. En 1967, aparece una de las primeras películas en presentar abiertamente una relación interracial. La primera escena que propició el escándalo fue la llegada de Joanna Drayton a casa de sus padres acompañada de su prometido de color. Cabe recordar que la relación entre blancos y negros era ilegal en 17 estados de Estados Unidos. Apenas seis meses antes del estreno de esta cinta, el 12 de junio de 1967, la Corte Suprema de ese país anuló las leyes que prohibían las relaciones interraciales. La segunda escena que agitó las buenas consciencias blancas es cuando Sidney Poitier besa a Katherine Houghton, un acontecimiento histórico. Aunque la escena sólo se presenta a través del espejo del taxista. (“Guess who’s coming to dinner“, 1967).
En otras historias un beso puede ser una sentencia de muerte o una señal de que algo jamás será perdonado. En la fiesta de fin de año de 1958, en la Habana, en vísperas del ascenso de la revolución de Castro, Michael Corleone (Al Pacino) descubre que su hermano Fredo (John Cazale) lo ha traicionado; y que fue el culpable de la muerte de Sonny. Michael toma entre sus manos a su hermano y le planta un violento beso, mientras le acusa: “Sé que fuiste tú, Fredo. Me rompiste el corazón” (“The Godfather II”, 1974). Cuando algo no puede ser perdonado, también se demuestra con un beso.
El beso también ha sido un ritual prohibido. En muchas ocasiones es un ritual que no es aceptado abiertamente en sociedades que se escandalizan ante las demostraciones de amor. Y en el cine, tal vez la obra maestra que refleja esta prohibición aparece en el “Nuovo Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore. El personaje de Toto, convertido ahora en el director de cine, Salvatore de Vita, regresa a su pueblo por la muerte de su entrañable amigo Alfredo, el proyeccionista del cine de un pequeño poblado italiano cerca de Palermo. Toto recibe el carrete con una película de cine armada con los pequeños fragmentos de las escenas de besos recortadas por la censura del párroco del pueblo. Dos minutos y cuarenta y siete segundos con los besos editados y el maravilloso soundtrack de Enio Morricone. Las escenas incluyen desde “Ossessione” de Luccino Visconti hasta “It’s a Wonderful Life” de Frank Capra; los besos de Vittorio Gassman y Silvana Mangano en “Bitter Rice”; el de Cary Grant y Rosalind Russell en “His Girl Friday”; el que Jane Russell da a la cámara en “The Outlaw”: Charlie Chaplin y Georgia Hale en “The Gold Rush; Errol Flynn y Olivia de Havilland en ‘“The Adventures of Robin Hood”; el de Rodolfo Valentino en ‘“The Sheik”; los de James Stewart y Donna Reed en ‘“It’s a Wonderful Life”; el de Totó Mignone en “La Terra Trema”; los de Marcello Mastroianni y Maria Schell en ‘“White Nights”; el de Jean Gabin en “Les Bas Fonds”; el de Helen Hayes y Gary Cooper en #A Farewell to Arms”; los de Alida Valli y Farley Granger en “Senso”; el de Vittorio Gassman en ” Il Cavaliere Misterioso”; el de Anna Magnani en “Bellíssima”, los de Greta Garbo y John Barrymore en “Grand Hotel”, los de Spencer Tracy y Ingrid Bergman en”Dr. Jekkyll and Mr. Hyde”; o el de Clara Calamai en “La Cena delle Beffe”.
Al admirar la secuencia de besos, Salvatore llora emocionado, hechizado ante los besos censurados y la capacidad del cine para preservar el amor. En este montaje del cine mundial, las escenas censuradas honran a Eros, el arquetipo del amor y la vida. No es gratuito que “Toto” lleve el nombre de Salvatore di Vita, que podría ser traducido como “Salvador de la Vida”, como lo son los besos mismos.
En la literatura, un beso es como el juego del cíclope descrito por el Cronopio mayor, Julio Cortazar, en “Rayuela”:“Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces, mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua“.
Como hemos visto el beso es testigo de amores prohibidos, promesas eternas, un acto revolucionario, sentencia de muerte o ritual no aceptado por la censura y visto como algo temible porque podría conducir a estados extáticos. ¿Pero acaso en la vida no vale la penda vivir ese tipo de estados? Les invito que lo practiquen en el Día Internacional del Beso y cada vez que se sientan con ganas de celebrar al amor.