¿Se puede superar la ansiedad y la depresión?
La ansiedad y la depresión son dos males que aquejan actualmente a gran parte de la población, sobre todo en esta época de crisis, causado por el estrés y alimentado por la incertidumbre. Probablemente los más propensos a sufrir de ello, son los jóvenes, por los retos que representan para ellos el mundo moderno y quizás por no sentirse suficientemente preparados para enfrentarlo.
Pero en realidad cualquier persona, a cualquier edad puede padecer episodios de ansiedad y depresión, incluso sin que sea muy evidente, porque no todos lo manifiestan igual, ni les afecta al mismo nivel.
Me permito omitir mi opinión al respecto, como una reflexión hecha a partir de charlas que he mantenido con personas que las han padecido y con especialistas en la materia, pero por ningún motivo se trata de establecer una verdad absoluta acerca de cómo tratar estas cuestiones, ya que es un tema muy complejo como para llegar a conclusiones determinantes.
Desde mi punto de vista la depresión y la ansiedad pueden ser consideradas como dos caras de una misma moneda: Mientras la depresión lleva todo al mínimo, a la parálisis, al silencio absoluto; la ansiedad por lo contrario te lleva a subir al máximo tus pensamientos, tanto, que al final solo eres capaz de escuchar ruido, sin ser capaz de entender claramente lo que pasa.
Una persona en depresión generalmente hace lo mínimo posible, no tiene fuerzas para salir, comer, hablar, asistir a la escuela o al trabajo y tal vez ni siquiera se preocupe por su salud y su bienestar; en resumen puede ser tan intensa esta situación, que lo pueda llevar a pasar días enteros en cama, sin fuerzas ni para levantarse.
Por otro lado, la ansiedad mantiene el cerebro y el cuerpo activo todo el tiempo. Una persona ansiosa puede estar haciendo muchas cosas a la vez y parecer alguien sumamente productivo; pero por dentro, seguramente los pensamientos de frustración sean tan intensos, que simplemente no le permitan frenar para parar en algún momento.
Hay dos teorías que han tomado mucha fuerza recientemente, las dos muestran estas enfermedades desde un punto de vista totalmente diferente y es importante conocer ambas para poder tener un panorama más completo de la situación.
La primera postura marca que la ansiedad y la depresión son enfermedades psiquiátricas, desajustes químicos del cerebro que deben ser tratados necesariamente con intervención médica y por medio de fármacos prescritos por especialistas.
Si lo vemos como un desajuste químico, es probable que la razón que detona estos males sea un evento específico, como una ruptura amorosa, una enfermedad, estrés laboral, la vida diaria, condiciones genéticas, problemas familiares, etc.
La segunda postura afirma que la depresión y la ansiedad son una elección, es decir, son decisiones que hemos hecho con el tiempo y que se inician en un momento específico para después convertirse en un hábito.
Todo eso tiene una similitud: El origen está dado por razones fuera de nuestro control y que no podemos solucionar por cuenta propia. Todo se debe a circunstancias que no pudieron evitarse y de las que no podíamos medir las consecuencias.
Sin embargo, la segunda opción apela a otro tipo de origen, como mantener relaciones codependientes, realizar actos de victimización o de autocastigo, es decir, su origen proviene de decisiones que nos terminan causando daño. Esto al contrario de los que se muestra en la primera postura, sí se puede controlar y cambiar para dejar de estar en ese estado de desequilibrio.
Si nos concentramos en las opciones que nos muestra el primer patrón, es probable que lleguemos a un punto en el que nos demos cuenta de que no hay nada que podamos hacer, que no tenemos el control de nuestras vidas y que todo lo malo que nos pasa es prácticamente fruto de la mala suerte.
En cambio, si lo vemos como un fruto de nuestras decisiones, entonces sabemos que podemos tomar el control de nuestras vidas y hacer algo para cambiar el panorama tan desalentador en el que nos encontramos.
Esto no significa que de un día para otro mejoraremos de manera mágica, pero un primer paso muy importante, es el darnos cuenta que nosotros tenemos el control para hacerlo. Se requerirá de constancia, apoyo y mucha fortaleza para salir adelante, porque eliminar éstos hábitos, pueden ser difíciles y agotadores, pero si empezamos a cambiar hacia cosas positivas en nuestra vida y a preocuparnos por nosotros mismos, los cambios irán siendo gradualmente notorios. Será mejor en ese caso, tener la oportunidad de actuar por nosotros mismos para nuestro bienestar y no dejar todo en manos de pastillas o medicamentos.
Probablemente este camino no lo podremos tomar solos, al contrario, lo primero que hay que hacer cuando te percibes o percibes a alguien cercano en una situación de ansiedad o depresión, es pedir ayuda de un profesional.
Puede ser un psiquiatra, un psicoanalista, un psicólogo, un coach, un sacerdote, un pastor, un consejero… Cualquier persona capacitada en la que puedas confiar para que te ayude a dar seguimiento al cambio y pueda controlar las recaídas y brindar consejos y apoyo cuando sea necesario.
Por eso, si podemos ver a la ansiedad y la depresión como algo en que nosotros podemos actuar, habrá que tomar acciones concretas que nos lleven a mejorar la situación.
Hay dos pasos que debemos seguir si queremos apoyar el tratamiento que estemos llevando a la par:
Paso 1: Trazar un plan.
Paso 2: Llevarlo a la acción.
Suena sencillo, pero puede llegar a ser muy complejo. Tomemos el tiempo suficiente para conocernos, para aprender de nosotros, para reconocer nuestras fortalezas y nuestras virtudes y planear objetivos que nos conduzcan hacia donde queremos llegar; así empezaremos a generar una mayor confianza en nosotros mismos y podremos combatir estos episodios cuando se presenten.
Gerardo Betancourt
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